Desafíos y avances en la educación en la primera infancia en México
Con solo un pequeño porcentaje de niñas y niños menores de tres años recibiendo educación inicial de calidad, México enfrenta el desafío de cerrar brechas de aprendizaje tempranas y de género, crucial para el desarrollo integral, el bienestar y el potencial futuro de los niños.
A diferencia de la educación preescolar, que es obligatoria desde 2002, la educación inicial, que atiende a niñas y niños menores de 3 años, NO era obligatoria en México antes de la reforma constitucional de 2019.
Antes de la pandemia de Covid, la cobertura de los servicios de educación inicial equivalía únicamente al 8.64%, pero es posible que esta cifra actualmente sea mucho mejor.
(DOF, 2022)
7 de cada 10 niñas y niños menores a tres años que recibieron servicios de educación inicial acudieron a escuelas particulares, lo que hace de la educación inicial el único nivel educativo del sistema educativo nacional (SEN) atendido mayoritariamente por escuelas de sostenimiento privado.
(MEJOREDU, 2022)
El desarrollo de los bebés es guiado y regulado por el entorno físico y social que les rodea, el cual esculpe sus cerebros. Cuando observamos el impacto de un cuidado deficiente en la primera infancia, desde el punto de vista neurológico, encontramos que tiene consecuencias graves en el desarrollo cognitivo de las niñas y los niños. Si un bebé es mal alimentado, abandonado, descuidado, no recibe cariño ni abrazos y/o nadie juega o conversa con él/ella, crece con grandes impedimentos intelectuales como problemas para comunicarse, dificultad para concentrarse, dificultad para autorregularse, problemas de salud mental y emocional y mal comportamiento. Esto es porque las circunstancias de un cuidado deficiente durante la primera infancia alteran el desarrollo de la corteza prefrontal del cerebro, que está involucrada en una variedad de funciones críticas, como la atención y el lenguaje.
La Política Nacional de Educación Inicial establece que:
“La falta de acción en los primeros tres años del desarrollo humano compromete, en lo inmediato, el bienestar, aprendizaje y desarrollo integral de las niñas y los niños; en particular, de quienes se encuentran en condiciones de vulnerabilidad. En el mediano y largo plazo, la falta de acción en este ámbito representa enormes costos tanto para la vida de cada persona, como para la sociedad y la economía” (DOF, 2022).
La educación inicial es crucial para contribuir en la equidad de oportunidades de las niñas y los niños, al disminuir las brechas de aprendizaje entre grupos socioeconómicos (Waldfogel, 2015 citado en DOF, 2022), así como en la desigualdad de género. Además, una educación inicial de calidad tiene mayor impacto en las niñas y los niños de familias que viven en condiciones de vulnerabilidad (Ryan et al., 2006; Ruhm & Waldfoger, 2012 citados en DOF, 2022), porque ayuda a compensar posibles carencias en sus hogares.
Ante esta evidencia, es crucial que todas las niñas y niños, así como sus familias tengan acceso a los servicios de educación inicial, para que reciban las orientaciones y los cuidados necesarios para su pleno desarrollo.
La población menor a tres años en situación de pobreza incrementó de 47.4% en 2018 a 55.8% en 2020.
(INEGI, 2020)
En preescolar, apenas el 40% de las niñas y niños de 3 años están matriculados, y dicho porcentaje aumenta a 80% con quienes tienen 4 años, lo cual muestra que 6 de cada 10 niñas y niños de 3 años no reciben educación preescolar. Esto genera una fuerte problemática para el sistema educativo, pero sobre todo para las niñas y niños que no reciban educación en edades tempranas, porque su desarrollo cognitivo puede verse fuertemente afectado, y por ende, limitar el futuro de sus trayectorias educativas.