Las y los docentes importan mucho, potenciemos su rol.
La docencia en México enfrenta desafíos significativos, desde la valoración social hasta la compensación económica. Discutimos estrategias para atraer y retener talento en la enseñanza, esencial para el desarrollo de un sistema educativo robusto y equitativo.
En México hay 2.1 millones de docentes en todo el Sistema Educativo Nacional y 1.6 millones laboran en escuelas de sostenimiento público (SEP, 2023).
Desde antes de la pandemia ya sabíamos que contar con docentes efectivos es lo que ha diferenciado a los sistemas educativos con mejores resultados educativos (Barber y Mourshed, 2008). Esto es porque, de entre todos los factores escolares que influyen en el aprendizaje de las NNAJ, las dinámicas que ocurren dentro del salón de clases entre docentes y estudiantes son lo más relevante. Por lo tanto, para recuperar las pérdidas de aprendizajes derivadas de la crisis educativa ocasionada por la pandemia de COVID-19, es indispensable hablar sobre el fortalecimiento de la profesión docente.
Aunque la Constitución Política establece que, “las maestras y los maestros son agentes fundamentales del proceso educativo y, por tanto, se reconoce su contribución a la transformación social” (Art. 3º, CPEUM) su relevancia no siempre se refleja en la
valoración que reciben por parte de la sociedad.Además, dada la extensión de esta fuerza laboral y sumado a la diversidad contextual que hay en el país, contar con suficientes docentes que estén bien formados, que sean capaces de aprender a lo largo de su carrera, y que cuenten con las condiciones y herramientas necesarias para mejorar su práctica en el aula día con día ha sido un desafío constante.
¿Por qué debemos hacer la docencia una profesión más atractiva?
Si bien la profesión docente ha sido históricamente reconocida como una labor noble y fundamental para el desarrollo de la sociedad, cuatro de cada diez maestros mexicanos NO eligieron la docencia como su primera elección de carrera (TALIS 2018, OCDE). Esta realidad plantea una serie de interrogantes sobre quiénes y por qué deciden ser docentes; y son diversos factores los que contribuyen a que la docencia no sea la primera elección vocacional para muchos maestros. Uno de ellos es la percepción de la docencia como una profesión poco valorada en términos de reconocimiento social y compensación económica.
Una de las consecuencias más notables de esta percepción es el impacto en la atracción y retención de talento en la profesión docente. Si los docentes son considerados en el mismo nivel que profesiones que pueden requerir menos formación y responsabilidad, es probable que personas talentosas y comprometidas se sientan desmotivadas a seguir una carrera en la educación. Esto puede llevar a una escasez de docentes de calidad y a una disminución en la diversidad y en la experiencia de quienes eligen esta profesión.
Además, la baja valoración social de las y los docentes también puede influir en su motivación y satisfacción laboral. Cuando los docentes se sienten infravalorados, es posible que su entusiasmo y compromiso disminuyan, lo que a su vez puede afectar la calidad de la enseñanza que brindan y de las relaciones que construyen con sus estudiantes y, por tanto, impactar negativamente el desarrollo integral de las NNAJ.
Según la OCDE, los salarios de los docentes mexicanos se encuentran por debajo del promedio internacional, lo que puede disuadir a jóvenes talentos a considerar la docencia como una opción viable. Si los salarios docentes se encuentran en el 20% superior de la distribución salarial de un país, es más probable que ser docente sea una profesión más atractiva. Por el contrario, si los salarios son bajos, la docencia atraerá a las personas menos capaces o a quienes utilizan a la docencia como “sala de espera” antes de conseguir un trabajo más atractivo (Banco Mundial, 2019). Además, los bajos salarios pueden llevar a una rotación constante de personal en las escuelas, lo que dificulta la construcción de relaciones sólidas entre docentes y estudiantes, un aspecto crucial para un aprendizaje efectivo.
El problema de la disparidad salarial también puede impactar la equidad educativa. Las y los docentes que trabajan en zonas rurales y marginadas enfrentan condiciones de trabajo más difíciles y una falta de recursos adecuados. Si los salarios no reflejan adecuadamente las demandas y responsabilidades de estos profesionales, es menos probable que se retengan maestros con muy buenos perfiles en estas áreas, lo que agudiza las desigualdades educativas y perpetúa el ciclo de pobreza.
Ser docente no debería ser un sacrificio. Reconocer su labor no implica únicamente agradecerles al recoger a las niñas y niños de la escuela, sino realizar cambios sistémicos políticos y sociales, que involucren mejores condiciones laborales desde el inicio de su formación y durante toda su trayectoria profesional.

¿Por qué hablar de trayectorias profesionales docentes?
Muchas de las características observables de los docentes, como su formación inicial, certificaciones y experiencia después de los primeros años de servicio no predicen su efectividad. Esto no es porque no sean importantes, sino porque la calidad de estas cualidades es muy baja como para impactar el aprendizaje de las y los estudiantes (Banco Mundial, 2019).
Esto podría dificultar su labor sobre todo durante los primeros meses y ocasionarles mayor carga de trabajo dentro y fuera del aula. Asimismo, contar con un mentor durante los años iniciales de enseñanza puede mejorar la inserción de los docentes nóveles a las escuelas. En México, aunque las y los directores escolares reconocen la importancia de la tutoría, tan sólo 17% de los docentes principiantes –con hasta 5 años de experiencia– tenían un mentor asignado, en comparación con el 22% de los países de la OCDE (TALIS 2018). Contar con una licenciatura en educación no será suficiente para que las y los maestros cumplan con todas las responsabilidades que el sistema educativo les exige. Por lo tanto, proporcionarles programas y opciones de formación continua centrados en su trabajo dentro del aula es indispensable.
Aunque la evidencia ha demostrado que los programas de desarrollo profesional docente más exitosos son aquellos que se adaptan a las necesidades y los intereses individuales de cada docente, están relacionados con incentivos profesionales -no necesariamente económicos-, se centran en la colaboración con otros docentes, se aplican en sus propias aulas y tienen un fuerte componente de práctica, en la mayoría de los países esta no es la situación común (Banco Mundial, 2019).
En TALIS 2018, aunque la mayoría de los docentes mexicanos reportó participar en actividades de formación continua (89% frente a 94% de la OCDE), casi una cuarta parte dijo no sentirse preparada para desempeñar su trabajo, así como no tener acceso a procesos de inducción o tutoría. En particular, los docentes identifican la necesidad de que se les proporcione formación
en el desarrollo de habilidades avanzadas en el uso de las TIC (tecnologías de la información y la comunicación), así como en la enseñanza en entornos multiculturales y multilingües, y en la enseñanza para estudiantes con condición de discapacidad. Por su parte, para responder a los planteamientos de la Nueva Escuela Mexicana (NEM) impulsada por la SEP, en la Estrategia Nacional de Formación Continua 2023, se establecen como los siete ámbitos de formación: lenguajes; saberes y pensamiento científico; ética, naturaleza y sociedades; de lo humano y lo comunitario; pedagogía, didáctica, saberes y experiencias; liderazgo educativo y acompañamiento; y NEM: enfoque filosófico y principios del currículo (SEP, 2023b).
Sin embargo, de acuerdo con el 5º Informe de Labores de la SEP, en el ciclo escolar 2022- 2023, únicamente 24% de los docentes de educación básica participó en programas de formación continua con recursos federales del Programa para el Desarrollo Profesional Docente, Tipo Básico (PRODEP), 14% en intervenciones formativas con recursos estatales; y 28% con programas del Catálogo Nacional de Formación Continua 2022 (SEP, 2023c).
Es fundamental brindar a los docentes, las herramientas necesarias para atender la crisis educativa en la que estamos inmersos: las pérdidas y brechas de aprendizaje, los problemas socioemocionales de estudiantes y docentes, y el abandono escolar. Sin embargo, los recursos destinados a la formación continua de docentes dejan mucho qué desear.
En México, la mayoría de los docentes son mujeres, sin embargo, los puestos directivos y de supervisión los ocupan principalmente hombres. Estas disparidades de género en la promoción a posiciones de liderazgo son mayores en México que en otros países. Para abordar estos desafíos, es crucial que las autoridades educativas y la sociedad en su conjunto reconozcan la importancia de la docencia y trabajen para elevar su estatus. Para ello, es necesario mejorar una combinación de factores, incluyendo una compensación competitiva, desarrollo profesional, apoyo en la inducción, clima laboral positivo, autonomía, reconocimiento y participación en la toma de decisiones.
98% de los docentes y directivos escolares mexicanos reportaron que una de las principales motivaciones por la decidieron dedicarse a la docencia fue por la oportunidad de influir en el desarrollo infantil o contribuir a la sociedad.
(TALIS 2018, OCDE).