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Artículos | La educación en México

Los legados de la violencia de género y social en la educación no tienen fecha de caducidad.

¿Cómo será descrita esta sociedad desde el futuro? Nos recordarán como una sociedad que hirió de gravedad la paz en las familias y encubrió a la violencia de género, excluyéndola del lenguaje educativo. Como una sociedad que rasgó el tejido social y no lo reparó. 

, Raquel Schlosser Stavchansky. Rectora y Fundadora Instituto de Estudios Transgeneracionales

Desde decenas de años anteriores a 2024, se tenía conocimiento de la magnitud del problema de las violencias y su impacto transversal. Se crearon instituciones nacionales e internacionales, se dictaron leyes y se fundaron Organizaciones Civiles para incidir y erradicar la violencia de género y la social.

Estaban al tanto de que las violencias cuando son crónicas e inician en la infancia, tienen efectos psicológicos y relacionales que alteran y regulan de manera invisible la forma de traducir la interacción humana: tergiversan la percepción por sentimientos ocultos de venganza y culpa; crean compromisos paradójicos de lealtades familiares y de secretos, que se transmiten en el tiempo; generan deudas familiares y sociales para las siguientes generaciones.

Los estudios arrojaban con claridad que la violencia de género y la social, hieren la convivencia pacífica, confunden las interacciones humanas, alteran la subjetividad, deterioran la autoestima, producen bajo aprovechamiento académico, merman las relaciones dentro de los planteles escolares, se expresan con agresiones en los espacios públicos y deterioran las relaciones familiares.

Frente a los eventos traumatizantes que son continuos en la niñez, la rehabilitación emocional y afectiva es limitada. Quedan cicatrices ocultas debajo de la piel, el corazón astillado y además se transmite entre las generaciones. No entenderán por qué no protegimos a las infancias si sabíamos de las consecuencias a largo plazo.

Había evidencia de investigación seria sobre el impacto de la violencia de género: alteración de los procesos mentales, lastima la capacidad de relacionarse; afecta el rendimiento escolar, la salud física, las relaciones laborales, la productividad en el trabajo; expone a conductas de riesgo y menoscaba la red de afectos y de consanguinidad, entre muchas otras consecuencias. Su daño es transversal. 

Las violencias, cada una con su propio sello, pero inevitablemente todas, dejan huellas profundas, ya que tienen efectos intrapsíquicos, intergeneracionales y transgeneracionales. Seremos una sociedad juzgada con severidad.

Seremos recordada como una sociedad analfabeta

Como una sociedad que negó su propios hallazgos de investigación que evidenciaron que las personas heridas, pueden herir en cadena y en grupo y también a quienes van a nacer.

No imaginarán cómo es que fuimos sordos a los descubrimientos. Ya habíamos descubierto las alteraciones epigenéticas producto de la violencia. Rachel Jehuda desde 2018, afirmó que la exposición al estrés constante y sostenido (como el de las violencias políticas, sociales, la violencia familiar, la tortura sexual infantil entre otras), se transmite al menos en tres generaciones, y tienen un referente en la biología del cuerpo al cambiar la producción de cortisol que aparece en el estrés post traumático. Lo más impresionante fue descubrir que el cortisol alto también apareció en las y los hijos de madres que lo sufrieron en el pasado, y no durante los embarazos. ¡Qué herencia de las memorias familiares de dolor!

Seremos vistos en el futuro como la sociedad que negó la pandemia de la violencia de género y social

Fuimos una sociedad que midió la violencia, le dio seguimiento y no dio solución. Verán que era  un problema de dimensión nacional e internacional, endémico y sistémico, medido y reconocido. Sabrán lo que nosotros descubrimos en la pandemia de COVID-19, que el promedio de violencia familiar y sexual aumentó 300% a nivel mundial.

La pandemia transparentó las paredes de las casas y las criaturas quedaron atrapadas con el agresor. No aumentó únicamente, sino que se puso de manifiesto que estaba subvalorado.Ya era antes un problema grave con impacto en el sistema psíquico y relacional de quienes la padecieron , así como de quienes la presenciaron – las y los testigos silenciosos. Testigas/os y víctimas fueron afectados con depresiones, ansiedad, suicidios, baja autoestima, sumisión, fobias, insomnio, parálisis social, angustias. Ya las estadísticas habían confirmado que en su mayoría, los violentadores estaban dentro de la familia (ENDHIRE 2016 y 2021) La violencia sexual infantil denominada por la Dra. Patricia Olamendi “Tortura sexual”, era un tema desdibujado del discurso oficial, pero era denunciado por grupos feministas y profundamente estudiado por la Psicología Transgeneracional.  

Ya  se habían  manifestado en voz alta las consecuencia de la tortura sexual infantil: la confusión entre ternura y erotismo, el secuestro de la seguridad en la percepción; también miedos inexplicables porque los torturadores sexuales lo logran a través de amenazas expresas o sutiles (Ferenczi 1933). 
Seremos recordados como adultos que no creyeron en la palabra de las y los infantes cuando se atrevieron a hablar y denunciar a un familiar o algún maestro o amigo cercano a la familia. Seremos recordados como quienes expusieron al niño o la niña con su torturador, en las  comidas familiares de domingo o en el plantel escolar, por muchos años más.

Fuimos capaces de causar daños incuantificables e interminables por esconder la sexualidad deteriorada de un “adulto” por prejuicios, o por evitar problemas que no queríamos ver que ya estaban enraizados con el cómplice silencio. La violencia sexual esta directamente relacionada con el bajo rendimiento escolar. Lo sabíamos e hicimos caso omiso de su magnitud. En las escuelas no tenían ninguna contención. Por el contrario, eran reprimidos por su bajo rendimiento. ¿Quién puede mantener intacto su sistema cognitivo cuando el emocional está roto? Pero a los y las niñas se les escondía; sólo eran sujetos de “conocimiento”. Humanidad, solidaridad, compasión, amistad, colaboración, equidad, igualdad, no estaban en nuestra currícula.

Seremos motivo de burla. ¿Qué clase de ciudadanía deseábamos formar sin los mínimos principios para ser parte de la misma si no los integramos en la enseñanza?

Nos recordarán como la sociedad cobarde

Omitimos los vastos conocimientos sobre el origen de los síntomas de niñas y niños que fueron abusadas sexualmente y violentados en sus familias y en las escuelas.

Omitimos que los costos llegaron al sistema de salud con migrañas, problemas digestivos, huesos rotos. Llegaron con dolores en el cuerpo por tener que sobrepensar, por no poder digerir la rabia acumulada de la impotencia; también por tener miedo por su vida y quedarse alerta por la violencia familiar, el insomnio acompaña sus noches; sufrían las criaturas de parálisis emocional por las marcas  de invisibles e indelebles de los golpes.

Pensarán: Amordazaron a las víctimas, y con esa injusticia  garantizaron la siembra del dolor físico y mental, que con el tiempo crece, se hospeda en la memoria inconsciente donde queda tatuada y se transmite a las siguientes generaciones en acciones aparentemente inexplicables y descontroladas.

También sabrán que las cifras oficiales de las denuncias representaban menos del 2%, porque las víctimas no lo hacían por miedo a un sistema de justicia injusto, patriarcal y corrupto. 
Será vergonzoso.

Vamos a ser recordada como una sociedad con un diccionario de la crueldad

En una investigación-acción cualitativa  sobre violencia de género multigeneracional que realicé y a la cual tuvieron acceso, se darán cuenta que el alumnado nombró más de 137 formas de violencia sexual y social. Todos los sinónimos que existen de amor, justicia, amistad, compasión, colaboración y dignidad, no alcanzaban ese número de palabras que son sinónimos de violencia.Pervertimos el lenguaje y naturalizamos la violencia. Perdimos la capacidad de sorprendernos de que vivíamos respirando guerra.

Nos recordarán en el futuro como una sociedad con drenaje en las redes sociales.

Sabrán que teníamos redes sociales para conectar personas en el mundo, pero se pervirtieron. Se usaron para exigir pruebas de amor explotando la baja autoestima de la niñas y luego compartirlas en las redes. Las redes se transformaron en un lugar de venta de niñas para esclavitud sexual. Se volvió un lugar de pederastas que tenían sus contactos en el Dark Web para exhibir a sus víctimas y ofrecerlas a sus depredadores. Nuestro país se volvió un paraíso para los pedófilos, para la trata. Qué degradación.

Trastocamos las herencias familiares impunemente, vendiendo óvulos fecundados a médicos para inseminar a sus pacientes. No les importó saber que la herencia de las enfermedades se transmite, que las memorias familiares integran a todos los miembros del sistema y que tener un sistema fraterno oculto tiene efectos sistémicos y transgeneracionales. Sabrán que fuimos traficantes de almas.

Nos llamarán la sociedad inmoral

Se harán preguntas sobre la existencia de la trata de personas, la violencia sexual infantil, la violencia familiar, las desapariciones forzadas; el reclutamiento de niñas, niños y adolescentes por el crimen organizado.

Les parecerá inconcebible la coexistencia de la inmoralidad en la que prevalece la confusión entre quién es la víctima y quién el victimario: Alguien secuestra a una hija de familia para la esclavitud sexual y sus parientes le solapan; matan al padre por venganzas familiares y los huérfanos menores de edad escapan porque son las siguientes víctimas; casan a una niña con su violador por vergüenza sobre la virginidad; silencian a un niño y una niña por el abuso sexual de su abuelo y guardan el secreto para proteger de un escándalo familiar; realizan matrimonios infantiles y venden hijas para “subsanar” la pobreza; un violador  embaraza a una adolescente, la esconden y regalan al bebé que jamás sabrá quién es;  hombres tienen familias paralelas ocultas, otros dejan de alimentar a sus hijas e hijos si se saben impunes como deudores alimentarios; hay quienes utilizan el lenguaje para humillar a la madre de sus hi@s, y el adolorido etcétera interminable…

Lo increíble es que esas personas, los perpetradores, sabían leer y escribir. Sabrán que significaba que habían pasado por las aulas de alguna de las escuelas. ¿Nadie se dio cuenta que sus corazones y sus mentes se envenenaban? ¿Quién les miró? O ¿Quién dejó de hacerlo?

Cuestionarán: ¿Qué fue lo que nos enseñaron en 14 años de estudios? ¿De qué estaban hechos sus programas académicos? Maestras, maestros y alumnado que convivían en una comunidad en cualquier parte del país, habían vivido violencias en los espacios geográficos donde nacían y crecían, mismas que se expresaban en las escuelas locales. Los muros que creían eran reales, más bien eran virtuales, porque las crueldades de las comunidades donde las escuela funcionaban, se permeaban, convivían en el plantel. Más aún, las injusticias de género en los hogares también se retransmitían en el ambiente escolar.

Mirarán lo que ya sabíamos: Fuimos nuestros enemigos educativos. Empeñamos el futuro de nuestras hijas e hijos y con eso a la ciudadanía. Atacamos nuestra paz interior y exterior con la complicidad del silencio y el deterioro inminente del tejido social. Omitimos en el sistema educativo el EDUCAR con el honor de la mayúscula. Con la herencia que les dejamos se preguntarán: ¿Cuál fue la descomposición del tejido social que produjo violentadores capaces de hacer realidad las peores pesadillas de las familias?  ¿En qué espacio fueron criados los seres que arrebataron el sueño de tantas familias?  ¿Por qué no hicieron lo suficiente para reparar si el daño estaba cuantificado? ¿Qué había detrás de permitir tanta crueldad? ¿Por qué crearon cadenas de encubrimiento en las instituciones, en el ejercicio de las leyes? ¿Por qué no canalizaron sus esfuerzos en la prevención?

Sabrán que no supimos sumar ni restar para la adjudicación de presupuestos

Investigarán el costo-beneficio de la inversión en Educación. Harán cuentas: ¿Cuánto invertimos en tratar de callar la violencia? ¿Cuánto en tratar de curarla? ¿Cuánto en castigarla? ¿Cuánto se invirtió en mantener la educación sin calidad humana? El cuestionamiento más fuerte será: ¿Cuánto invirtieron en erradicar, sanar los daños y prevenir la violencia de género y la social?

Nuestra sociedad será diagnosticada con el Síndrome de Ceguera socio-emocional-político-jurídico, con el agravante de haber dejado en orfandad educativa a la niñez y la adolescencia.

Lamentarán el confirmar que empeñamos el futuro de México. La violencia no solo nos alcanzó, nos rebasó. La violencia sostenida en el tiempo es letal y hiere de gravedad todos los sistemas humanos, a menos que se aplique la cura. 

La violencia ya habita hoy el futuro

Si los efectos de las violencias son transversales y multigeneracionales, esos son los conceptos sobre los que se debe construir la prevención profunda: con la perspectiva Transgeneracional. Tenemos una deuda por encontrar alternativas para la pacificación ¿Qué clase de ciudadanía queremos? El antídoto es repensar con la Inteligencia del Corazón qué se requiere enseñar realmente en las escuelas, para preparar seres humanos que puedan abrazar el NOSOTROS y respetar la OTREDAD.
 

¿Cómo es el mundo que queremos heredar?

Esa es la respuesta que se tiene que reflejar  en la educación que tenemos que reinventar. EL FUTURO ES HOY.

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