Transición justa: cambiar el modelo sin dejar a nadie atrás
No podemos combatir la emergencia climática a costa del bienestar de quienes hoy dependen de industrias contaminantes para sobrevivir. La transición justa surge como respuesta a este reto.
El mundo atraviesa una crisis climática que exige cambios profundos y urgentes. Para evitar sus peores consecuencias, es necesario reducir a cero las emisiones de gases de efecto invernadero y abandonar la dependencia de los combustibles fósiles. Sin embargo, esta transformación debe hacerse con justicia.
Una transición justa significa avanzar hacia una economía más limpia y sostenible sin dejar atrás a los trabajadores y comunidades que dependen de sectores en declive. La idea es proteger el planeta mientras se crean empleos de calidad y se garantizan medios de vida dignos, especialmente para quienes se verán directamente afectados por el cierre o transformación de industrias contaminantes.
Los empleos verdes —en energía renovable, transporte limpio, rehabilitación de viviendas o restauración de ecosistemas— crecerán exponencialmente en los próximos años. Pero para que estas oportunidades beneficien realmente a quienes hoy trabajan en sectores intensivos en carbono, se necesita mucho más que buenas intenciones: hace falta planificación, formación, inversión y diálogo.
Hay tres pilares fundamentales para que una transición justa funcione:
1. Colaboración entre gobiernos, sindicatos, empresas, autoridades locales y trabajadores. Escuchar a todas las partes interesadas es esencial para diseñar soluciones realistas y legítimas.
2. Enfoque local y contextualizado. No existe una receta única: cada región debe contar con un plan específico, basado en su historia, su estructura productiva y sus oportunidades de reconversión.
3. Financiamiento suficiente y accesible. Las comunidades afectadas deben contar con recursos para acceder a programas de reentrenamiento, empleo y reconversión económica. Sin dinero, las promesas se vuelven vacías.
Un ejemplo exitoso de transición justa es Escocia, que creó un fondo millonario para formar a trabajadores desempleados y reciclar habilidades hacia industrias verdes. Más del 85% de quienes accedieron al programa encontraron nuevos empleos. En paralelo, las Islas Orcadas pasaron de importar su energía a generar electricidad limpia a partir de olas y mareas, reduciendo el desempleo local.
La transición hacia una economía sostenible es una oportunidad para corregir desigualdades históricas y construir una sociedad más equitativa. Pero esto no ocurrirá automáticamente. Solo será posible si se ponen en el centro las vidas de quienes hoy dependen de las industrias que deben transformarse. Porque cuidar el planeta también significa cuidar a las personas.




