Cómo el cambio climático intensifica los fenómenos extremos que afectan a las personas
Fomentar la participación y el sentido de corresponsabilidad en los jóvenes es clave para construir sociedades más resilientes. Porque entender el problema no solo ayuda a prevenir sus consecuencias: también despierta la convicción de que aún estamos a tiempo de cambiar el rumbo.
El cambio climático no es un problema lejano ni abstracto: está transformando la vida cotidiana de millones de personas en todo el mundo. A medida que la temperatura global aumenta, los fenómenos meteorológicos extremos como las olas de calor, lluvias torrenciales, tormentas intensas, sequías y hasta fríos inusuales se vuelven más frecuentes y destructivos. Estas alteraciones no solo afectan la infraestructura y la economía, sino que ponen en riesgo la salud, la seguridad y la estabilidad de las comunidades humanas, especialmente las más vulnerables.
Los fenómenos extremos ya se sienten en todos los continentes. Las olas de calor prolongadas elevan las temperaturas a niveles peligrosos, provocando deshidratación, golpes de calor y un aumento en las muertes relacionadas con enfermedades cardiovasculares y respiratorias. En las ciudades, el llamado “efecto de isla de calor” agrava la situación: el asfalto y los edificios retienen el calor, lo que puede elevar la temperatura urbana varios grados por encima de las zonas rurales. Las olas de calor también impactan el suministro eléctrico, el trabajo al aire libre y la calidad del aire, afectando de manera directa a millones de personas.
Por otro lado, el incremento de las precipitaciones intensas está provocando inundaciones más severas, capaces de destruir viviendas, desplazar poblaciones enteras y contaminar fuentes de agua potable. Cuando las lluvias llegan después de largos periodos de sequía, el suelo seco pierde su capacidad de absorber agua, lo que agrava los desbordamientos. Estas catástrofes tienen consecuencias económicas profundas: pérdida de cultivos, cierre de negocios, interrupciones en el transporte y un aumento en los costos de reconstrucción.
Las sequías prolongadas, en cambio, afectan la producción agrícola y el acceso al agua, incrementando el precio de los alimentos y el riesgo de inseguridad alimentaria. En regiones donde la agricultura es la principal fuente de empleo, la falta de lluvias puede destruir los medios de vida de comunidades enteras y provocar migraciones forzadas. Los incendios forestales, que encuentran condiciones ideales en climas más cálidos y secos, también afectan directamente a las personas, destruyendo viviendas, obligando a evacuaciones y exponiendo a millones a la contaminación del humo.
Incluso el clima inusualmente frío puede estar vinculado al cambio climático. Las alteraciones en los patrones atmosféricos, como el debilitamiento de la corriente en chorro, pueden desplazar aire polar hacia latitudes más bajas, generando fríos extremos en lugares que no estaban preparados para ellos. Así, tanto el calor como el frío extremos son expresiones de un mismo fenómeno global: la desestabilización del clima terrestre.
Estas condiciones extremas golpean con más fuerza a quienes tienen menos recursos para adaptarse: comunidades rurales, personas mayores, trabajadores informales o habitantes de zonas costeras o marginales. De hecho, muchos de los países más afectados son también los que menos han contribuido al calentamiento global.
Frente a este panorama, educar y concientizar a las nuevas generaciones se vuelve una herramienta esencial. Comprender cómo el cambio climático impacta directamente la vida humana, la salud, la economía y la seguridad, permite formar jóvenes capaces de exigir políticas más responsables y de impulsar soluciones sostenibles.





