Transformar el miedo a las matemáticas en curiosidad
Cuando las matemáticas dejan de ser una amenaza y se convierten en una herramienta, las y los estudiantes no solo aprenden mejor: también se empoderan para enfrentar el mundo con lógica, creatividad y confianza.
Para muchos estudiantes, las matemáticas no solo son difíciles, sino temidas. A menudo, esta asignatura se percibe como un terreno hostil donde el error es motivo de vergüenza y el éxito parece reservado para unos pocos "dotados". Esta mentalidad, alimentada desde edades tempranas, puede limitar el desarrollo académico y la confianza en las propias capacidades. Cambiar esta percepción es crucial: cuando los alumnos se sienten capaces de aprender matemáticas, su disposición mejora, su perseverancia aumenta y su potencial se expande.
Los docentes tienen un papel central en este cambio de mentalidad. Estudios en neurociencia demuestran que la negatividad matemática genera respuestas de estrés que afectan el aprendizaje. Pero también revelan que experiencias positivas, alegres y participativas pueden revertir estos efectos. ¿Cómo lograrlo en el aula? A continuación, se presentan estrategias clave.
Primero, es vital reducir el miedo al error. Actividades como la estimación permiten a los estudiantes participar sin el peso de una única respuesta correcta. Al usar objetos cotidianos y comparar pesos, los alumnos desarrollan su sentido numérico de forma natural, reconociendo que equivocarse es parte del proceso de aprendizaje.

Otra estrategia efectiva es incorporar movimiento. Desde preescolar hasta secundaria, caminar sobre una recta numérica en el suelo ayuda a interiorizar operaciones básicas y conceptos abstractos como los números negativos. El cuerpo, al moverse, refuerza la memoria y el entendimiento de forma multisensorial.
También es útil vincular las matemáticas con la creatividad y el juego. Resolver problemas en grupo, construir estructuras o representar ángulos con el cuerpo convierte a las matemáticas en una actividad lúdica. Crear historias en torno a problemas matemáticos fortalece tanto la comprensión como las habilidades verbales, ampliando las conexiones neuronales y emocionales con el contenido.
Por último, es clave involucrar a las familias. Muchos padres, sin querer, transmiten actitudes negativas hacia las matemáticas basadas en sus propias experiencias. Evitar frases como “yo también era malo en matemáticas” o “no son tan importantes” puede marcar una gran diferencia. En su lugar, compartir historias sobre cómo enfrentaron retos matemáticos en la vida cotidiana puede motivar a sus hijos a persistir.
Fomentar actitudes positivas hacia las matemáticas no es solo una cuestión académica. Es una inversión en el desarrollo de jóvenes críticos, seguros y capaces de resolver problemas complejos.