Sostenibilidad e interseccionalidad: por un ambientalismo justo e inclusivo
El ambientalismo no puede ser neutral ni ajeno a las luchas sociales: debe ser profundamente político, participativo e inclusivo.
Hablar de sostenibilidad y justicia ambiental implica mucho más que proteger bosques o reducir emisiones. Significa también preguntarnos: ¿quiénes sufren más las consecuencias de la crisis climática?, ¿quiénes han sido sistemáticamente excluidos de las decisiones ambientales?, ¿cómo podemos construir un futuro sostenible que sea verdaderamente justo para todos?
Aquí entra en juego la interseccionalidad, un concepto clave para repensar el ambientalismo. Popularizado en este ámbito por la activista Leah Thomas durante las movilizaciones por la justicia racial en 2020, el ambientalismo interseccional reconoce que la crisis climática no afecta a todas las personas por igual. Al contrario, agrava las desigualdades preexistentes relacionadas con raza, género, clase, discapacidad y otros ejes de identidad.
Desde los años 80, el movimiento por la justicia ambiental ha denunciado que comunidades de bajos ingresos y grupos racializados viven desproporcionadamente cerca de vertederos, rutas de oleoductos o zonas contaminadas. A pesar de décadas de lucha, estas poblaciones siguen en la primera línea del desastre ambiental.
Por ejemplo, las personas con discapacidad han sido históricamente excluidas del movimiento ambiental. El ecocapacitismo se refiere a soluciones "verdes" que ignoran sus necesidades reales. En emergencias como huracanes, muchas veces se enfrentan a barreras físicas, falta de información accesible o abandono institucional. Incluir sus voces en el diseño de políticas climáticas no es opcional: es imprescindible.
Lo mismo ocurre con la dimensión de género y diversidad sexual. Las mujeres, especialmente en contextos rurales y empobrecidos, son quienes más sufren las sequías y los desastres naturales, ya que suelen ser las principales cuidadoras y proveedoras de alimentos. Al mismo tiempo, personas LGBTQIA+ pueden quedar fuera de los sistemas de ayuda humanitaria si sus identidades o vínculos no son reconocidos legalmente. La justicia climática debe garantizar seguridad y dignidad para todos, sin excepción.
También es crucial visibilizar el racismo ambiental, que explica por qué ciertas comunidades racializadas viven más cerca de fuentes de contaminación o por qué sus demandas históricas han sido ignoradas. La lucha contra el cambio climático no puede desligarse de la lucha contra el racismo estructural.
La interseccionalidad nos ofrece una lente para ver lo que tradicionalmente se ha pasado por alto. Nos ayuda a entender cómo se cruzan las distintas formas de opresión y cómo podemos construir un movimiento ambiental más justo, diverso y efectivo. Un ambientalismo que no deja a nadie atrás es el único camino hacia una sostenibilidad real. El futuro será sostenible… si también es inclusivo.




