Cómo lograr que los estudiantes valoren el aprendizaje sobre la calificación
Hay razones poderosas para centrar la enseñanza en el proceso de aprendizaje y no en el producto final. Grant Wiggins y Jay McTighe proponen el "diseño inverso": planear las experiencias de aprendizaje pensando en los objetivos que se quieren desarrollar y no en los productos que se deben entregar.
En muchos entornos escolares, la evaluación ha terminado por convertirse en una trampa. En lugar de enfocarse en el aprendizaje, las preguntas que hacen los estudiantes sobre sus tareas suelen revelar sus verdaderas prioridades: ¿Cuánto debe durar? ¿Qué necesito para sacar una A? ¿Cuándo hay que entregarlo? Este enfoque pone toda la atención en la calificación final, dejando de lado el proceso de adquirir conocimientos y habilidades valiosas.
Esta situación se agrava por prácticas tradicionales de evaluación que premian el cumplimiento de fechas, formatos o cantidades de trabajo, en lugar de medir el aprendizaje real. Para romper con esta trampa, especialistas como Grant Wiggins y Jay McTighe proponen el "diseño inverso": planear las experiencias de aprendizaje pensando primero en las habilidades y objetivos que se quieren desarrollar, y no en los productos que se deben entregar.
Hay razones poderosas para centrar la enseñanza en el proceso de aprendizaje y no en el producto final. En primer lugar, hacerlo reduce el estrés y la ansiedad. Especialmente después de la pandemia, hemos visto cómo la presión por obtener buenas calificaciones afecta la salud mental de los estudiantes, interfiriendo con su memoria, motivación y capacidad de concentración. Promover un ambiente de apoyo, expectativas claras, objetivos manejables y oportunidades para corregir errores puede ayudar a crear una cultura donde aprender sea más importante que sacar un diez.

En segundo lugar, enfocarse en el proceso ayuda a desarrollar aprendices expertos. Los estudiantes necesitan adquirir habilidades como establecer metas, reflexionar sobre su desempeño y ser estratégicos en su aprendizaje. Actividades como la calificación de proyectos por etapas, el uso de tableros de opciones y las evaluaciones formativas permiten que los alumnos identifiquen sus fortalezas y áreas de mejora de manera continua, sin que una calificación única defina su progreso.
Finalmente, cambiar el enfoque permite medir lo que realmente importa. Las evaluaciones deberían centrarse en las habilidades esenciales, evitando medir aspectos irrelevantes como la creatividad o el cumplimiento estricto de formatos. El diseño de rúbricas claras y observables, junto con prácticas de retroalimentación más flexibles, asegura que se evalúe el verdadero aprendizaje y no solo la capacidad de seguir instrucciones.
Reflexionar sobre estas prácticas nos recuerda que educar va mucho más allá de asignar números a los estudiantes. Cambiar el enfoque de la evaluación hacia el aprendizaje fomenta un ambiente más saludable, equitativo y efectivo, en el que cada estudiante tiene la oportunidad de crecer, pensar críticamente y desarrollar habilidades que le servirán para toda la vida.