Educar con sensibilidad hacia el trauma: estrategias para un aula más segura y equitativa
En la actualidad, entendemos el trauma como una experiencia más amplia que incluye formas crónicas de estrés. La educación informada sobre el trauma propone responder, interrumpir y prevenir estos efectos desde un enfoque centrado en la equidad.
En los últimos años, el concepto de trauma ha dejado de estar vinculado exclusivamente a experiencias extremas —como desastres naturales o violencia física— para abarcar un abanico más amplio de vivencias. Hoy se reconoce que el trauma también puede surgir de formas persistentes de estrés, como el abuso emocional, la negligencia o el racismo estructural. Desde esta perspectiva más inclusiva, es evidente que muchos, si no todos, nuestros estudiantes llegan al aula con algún grado de experiencia traumática.
Frente a esta realidad, surge la educación informada sobre el trauma, un enfoque pedagógico que no solo responde al trauma, sino que también busca interrumpir sus efectos dentro de la escuela y prevenir daños futuros. Alex Shevrin Venet, autora del libro "Educación informada sobre el trauma centrada en la equidad", propone que este modelo funcione en tres niveles: responder al trauma con apoyo y acceso equitativo; interrumpir dinámicas escolares que puedan generar daño; y prevenir traumas mediante el desarrollo de habilidades emocionales, la resolución pacífica de conflictos y el cuestionamiento de sistemas opresivos.
Un aspecto central en este enfoque es la equidad. El trauma no se distribuye de manera equitativa: los estudiantes de grupos marginados enfrentan mayores riesgos y menos recursos para sanar. Por ello, Venet insiste en que cualquier política educativa sensible al trauma debe tener la equidad como eje, reconociendo los sistemas que perpetúan el daño y trabajando colectivamente para transformarlos.

Además, Venet desmonta algunos mitos comunes. Una enseñanza efectiva sobre el trauma no se basa en etiquetas como la puntuación ACE ni en clasificaciones de comportamiento. Al contrario, debe ser universal, proactiva y basada en fortalezas, reconociendo que todos los estudiantes merecen apoyo sin necesidad de justificarlo con diagnósticos o crisis previas.
La implementación práctica de este enfoque requiere una transformación cultural más que una lista de estrategias. Por ejemplo, una señal no verbal acordada con un alumno puede funcionar solo si se construyó previamente una relación de confianza. De lo contrario, la misma acción puede generar el efecto opuesto.
Venet también subraya que no es necesario ser especialista para practicar esta educación. Los docentes deben enfocarse en aplicar prácticas generales de cuidado y seguir las indicaciones de expertos cuando se requiera apoyo específico.
Finalmente, propone cuatro prioridades concretas para guiar la toma de decisiones educativas: previsibilidad, flexibilidad, conexión y empoderamiento. Estas claves pueden empezar a aplicarse de inmediato y ayudan a construir aulas más seguras, humanas y resilientes, tanto para el alumnado como para el profesorado. Porque educar con sensibilidad al trauma no es solo una respuesta; es una apuesta por un futuro más justo.