Cuatro estrategias clave para separar el trabajo de docente de la vida personal
Crear límites entre el trabajo y el hogar no es un lujo, sino una necesidad urgente para quienes se dedican a la docencia.
Aunque muchos educadores sienten una vocación profunda y disfrutan su labor diaria, la falta de separación entre el tiempo profesional y el personal puede generar agotamiento, afectar la salud mental y, eventualmente, disminuir la pasión por enseñar. Esta presión constante lleva a muchos docentes a soñar con soluciones drásticas: como en la serie Severance, donde los protagonistas dividen su conciencia entre el trabajo y la vida personal para no mezclar preocupaciones. Pero en la realidad, lograr ese equilibrio requiere intencionalidad y práctica.

Una primera estrategia es limitar el trabajo que llevamos a casa. Muchos profesores comienzan sus carreras con la mochila llena de exámenes por calificar y tareas por preparar. Sin embargo, con el tiempo, es posible identificar qué tareas realmente deben completarse fuera del horario laboral. Preguntarse si es necesario revisar una actividad para el día siguiente o si puede esperar, permite priorizar lo esencial. De esta manera, el trabajo fuera del aula se vuelve la excepción, no la norma.
Otra técnica útil es ser honestos sobre nuestra disponibilidad. Aprender a decir “no tengo tiempo” o “¿podemos reagendar?” no es una falta de compromiso, sino una forma de proteger la calidad del tiempo que sí se dedica a enseñar y a acompañar a los estudiantes. Además, esto evita la sobrecarga y permite cumplir con las responsabilidades de forma más efectiva.
Una tercera estrategia, radical pero efectiva, es eliminar el correo laboral del teléfono personal. Para muchos docentes, revisar el correo del trabajo se convierte en un acto reflejo que invade los momentos de descanso. Al eliminar esa tentación, se recupera el control sobre el tiempo libre. El correo puede seguir consultándose, pero en un horario y dispositivo designado para ello.
Por último, dar el ejemplo es una poderosa forma de reforzar estos límites. Al demostrar a estudiantes y colegas que es posible comprometerse con el trabajo sin dejar de lado la vida personal, se modela un equilibrio saludable. Avisar cuándo no se estará disponible, promover cargas de trabajo manejables y cuidar las propias horas de descanso son formas de enseñar con el ejemplo.
Enseñar es una labor desafiante, pero no tiene por qué consumirlo todo. Establecer límites claros permite disfrutar tanto del aula como de la vida personal, y recuperar el entusiasmo por la docencia. Al final, un docente equilibrado es también un mejor educador.