Combatir la pobreza de aprendizaje
Según el Banco Mundial cerca del 70% de los niños en países de ingresos bajos y medios sufren de pobreza de aprendizaje, una cifra que ha aumentado considerablemente desde la pandemia.
La pobreza de aprendizaje es una crisis educativa que afecta a millones de niños en todo el mundo. Según el Banco Mundial, se define como la incapacidad de un niño de 10 años para leer y comprender un texto sencillo, un indicador clave de las habilidades básicas de alfabetización. Esta situación es alarmante, ya que cerca del 70% de los niños en países de ingresos bajos y medios sufren de pobreza de aprendizaje, una cifra que ha aumentado considerablemente desde la pandemia. En regiones como América Latina y el Caribe, el porcentaje de niños en esta condición ha crecido del 50% al 80%, exponiendo un problema profundo que afecta tanto el presente como el futuro de las sociedades.
El impacto de la pobreza de aprendizaje es devastador, no solo en términos educativos, sino también en términos económicos y sociales. Se estima que los niños afectados por esta crisis podrían perder hasta 21 billones de dólares en ingresos a lo largo de su vida, lo que representa un 17% del PIB mundial. Además, la pobreza de aprendizaje perpetúa un ciclo de pobreza intergeneracional, ya que los niños con habilidades educativas limitadas tienen más probabilidades de criar a futuros hijos que también enfrentarán barreras similares.

La pandemia de COVID-19 agravó la situación, afectando principalmente a los estudiantes más vulnerables. Los cierres prolongados de escuelas y la falta de acceso a recursos educativos adecuados, como la tecnología y el internet, incrementaron las brechas existentes. Aunque muchas escuelas han reabierto, la pérdida de aprendizaje sufrida durante este tiempo aún pesa sobre millones de estudiantes, especialmente en regiones donde la educación a distancia no fue una opción viable.
Combatir la pobreza de aprendizaje requiere una acción concertada a nivel global. El Banco Mundial y UNICEF proponen varias estrategias, entre ellas la mejora de la infraestructura educativa, la capacitación docente y el desarrollo de currículos centrados en habilidades fundamentales como la lectura y la aritmética. Sin embargo, un enfoque clave es el uso de la tecnología para mejorar el acceso y la calidad de la educación. La tecnología tiene el potencial de democratizar el aprendizaje, proporcionando a los estudiantes herramientas digitales que pueden ayudar a personalizar su educación según sus necesidades individuales.
Es crucial que los gobiernos, en colaboración con organizaciones civiles y el sector privado, inviertan en soluciones tecnológicas, infraestructura y formación docente para garantizar que todos los niños, sin importar su origen, puedan alcanzar su máximo potencial. Solo a través de un esfuerzo global coordinado, será posible reducir la pobreza de aprendizaje y ofrecer a las generaciones futuras una educación equitativa y de calidad.