10 estrategias probadas para calmar clases agitadas de secundaria (Parte 2)
Esta es la segunda entrega sobre estrategias efectivas para gestionar una clase de secundaria.
Gestionar una clase de secundaria no es tarea fácil. Los profesores enfrentan diariamente el reto de mantener el orden en grupos de adolescentes que están atravesando cambios emocionales, sociales y cognitivos importantes. En esta segunda entrega sobre estrategias para calmar una clase agitada, compartimos cinco técnicas adicionales, respaldadas por la experiencia de docentes, que pueden ayudar a recuperar la atención y el enfoque en cuestión de segundos.
1. Señales visuales y no verbales
Cuando las instrucciones habladas no surten efecto, recurrir a lo visual puede marcar la diferencia. Levantar la mano en silencio hasta que todos los estudiantes imiten el gesto es una señal poderosa que requiere práctica pero se vuelve automática con el tiempo. También se pueden utilizar cronómetros en pantalla, carteles, luces de colores o incluso proyectar un medidor de ruido. Estas herramientas ofrecen recordatorios discretos, pero efectivos, para que los alumnos bajen la voz y se centren.
2. El poder del silencio
En ocasiones, el silencio del profesor puede ser más impactante que cualquier grito. Simplemente dejar de hablar y mirar al grupo —o incluso sentarse en el suelo— genera curiosidad e interrumpe la dinámica ruidosa. Complementar este silencio con ejercicios de respiración también puede ayudar: frases como “si puedes oírme, respira profundo” invitan a la calma colectiva de manera sencilla y respetuosa.
3. Estrategias auditivas
Un timbre de aula o un sonido peculiar (como un reclamo para patos o un mazo teatral) puede convertirse en una señal clara para que los estudiantes guarden silencio. El sonido debe ser consistente y asociado con la expectativa de atención inmediata. Algunos profesores varían el tono del timbre o permiten a los estudiantes elegirlo como incentivo, haciendo del control del grupo algo compartido.
4. Creatividad inesperada
Sorprender a los estudiantes puede ser una forma eficaz de redirigir su atención. Hacer saltos, hablarle a la pizarra como si fuera una persona o soplar burbujas son estrategias inusuales, pero que rompen con la rutina y despiertan curiosidad. Estas intervenciones lúdicas funcionan especialmente bien en momentos de agitación intensa, pues permiten recuperar el control sin confrontación.
5. Anclas emocionales y rituales
Algunos docentes crean puntos de enseñanza simbólicos —como una marca en el suelo— que los estudiantes aprenden a identificar como señales de que es momento de escuchar. Otros leen en voz alta fragmentos de libros para inducir una atmósfera más tranquila. Este tipo de rituales dan estructura y anticipación a la clase, creando una sensación de seguridad y orden.
Adoptar estrategias variadas para calmar una clase no solo mejora el ambiente de aprendizaje, sino que también transmite a los estudiantes que el aula es un espacio predecible y respetuoso. Con práctica, estas técnicas se vuelven parte natural de la dinámica escolar, y ayudan a construir una cultura de atención mutua y colaboración