Desconecta para descansar, pero mantén viva tu chispa productiva

El verano es un oasis esperado para educadores y estudiantes por igual: un respiro del calendario escolar, de las rutinas exigentes y de la carga emocional del aula. Desconectarse es necesario. Relajarse, dormir más, compartir con seres queridos o simplemente no hacer nada durante un rato largo. Pero también es cierto que muchas veces sentimos una necesidad interior de aprovechar parte de ese tiempo para seguir creciendo, con más calma, sin presión.
El secreto está en encontrar un equilibrio entre descanso y productividad. 

1. Reconecta: selecciona tus propias conversaciones
Durante el año escolar, acumulamos temas, lecturas, podcasts y autores que nos interesan, pero que dejamos para después. El verano es un buen momento para recuperar esas inquietudes. Imaginar una “mesa de cena” metafórica con personas —vivas o no— con quienes te gustaría conversar puede ayudarte a reenfocar tus prioridades. Ya sea que te interese el bienestar emocional con Brené Brown, la crianza consciente con la Dra. Shefali Tsabary o las mentalidades de figuras como Keanu Reeves o Simone Biles, este ejercicio puede inspirarte no solo a nivel personal, sino también a llevar nuevas ideas al aula.

2. Reflexiona: celebra tus logros
Es habitual que al terminar el ciclo escolar pensemos en lo que faltó. Pero también es valioso detenernos a reconocer lo que hicimos bien. Crear una “Carpeta del Bienestar” con notas, correos o recuerdos positivos puede ayudarte a recordar tu impacto. Esta práctica, inspirada en el concepto de “cuenta bancaria emocional” de Stephen Covey, fortalece la autoestima profesional y puede influir directamente en la motivación y el aprendizaje de tus estudiantes, como lo sugiere la investigación de John Hattie.

3. Restaura: busca tu flujo
Participar en actividades absorbentes, que desafíen y entretengan al mismo tiempo —lo que el educador Seymour Papert llamaba “diversión intensa”—, es otra forma de renovarse. Leer un libro largo, aprender un idioma, documentar tu verano con fotos o tocar un instrumento pueden reconectarte con la satisfacción de aprender. Estas experiencias personales también pueden inspirar nuevas formas de enseñanza más abiertas y flexibles.

En suma, el verano no tiene que ser todo descanso ni toda tarea. Puede ser una pausa activa, una oportunidad para crecer sin presiones, para reconectar con nuestras pasiones y regresar al aula no solo descansados, sino con nuevas ideas. Porque cada mejora en nosotros como docentes puede transformar, aunque sea un poco, la experiencia de quienes más nos necesitan: nuestras y nuestros estudiantes.