Resolvamos las brechas de acceso a la educación en México.
Debemos acortar las brechas socioeconómicas y de acceso a una educación de calidad, desde la primera infancia hasta los grados más altos.
Un vistazo a la educación mexicana revela los desafíos significativos desde la educación básica hasta la superior. Exploramos cómo las desigualdades socioeconómicas afectan el acceso y la calidad educativa y qué se está haciendo para revertir el abandono escolar en todos los niveles.
La educación básica comprende los niveles de inicial, preescolar, primaria y secundaria; donde se registran más de 24.1 millones de estudiantes (SEP, 2023). La educación media superior, comprende el nivel de bachillerato general, bachillerato tecnológico y profesional técnico, con 5.3 millones de estudiantes; y la educación superior cuenta con 5.1 millones de estudiantes, y se refiere a licenciatura, especialidad, maestría y doctorado; así como estudios previos a la conclusión de la licenciatura, como los estudios de técnico superior universitarios y la educación normal en todos sus niveles (SEP, 2023). El sistema no escolarizado comprende las formas de aprendizaje que no necesariamente pasan por una escuela o universidad; por ejemplo, los programas a distancia o en línea, con mayor flexibilidad horaria, autogestión del tiempo y un seguimiento generalizado de los avances; donde se registra un millón de personas. A pesar de que la tasa de escolarización en educación básica se ha mantenido estable y cercana a 100%, en los últimos años, sobre todo debido a la crisis educativa derivada de la pandemia, se ha visto una baja más marcada de estudiantes matriculados desde el ciclo escolar 2019-2020.
A diferencia de la educación preescolar, que es obligatoria desde 2002, la educación inicial, que atiende a niñas y niños menores de 3 años, NO era obligatoria en México antes de la reforma constitucional de 2019.
El desarrollo de los bebés es guiado y regulado por el entorno físico y social que les rodea, el cual esculpe sus cerebros. Cuando observamos el impacto de un cuidado deficiente en la primera infancia, desde el punto de vista neurológico, encontramos que tiene consecuencias graves en el desarrollo cognitivo de las niñas y los niños. Si un bebé es mal alimentado, abandonado, descuidado, no recibe cariño ni abrazos y/o nadie juega o conversa con él/ella, crece con grandes impedimentos intelectuales como problemas para comunicarse, dificultad para concentrarse, dificultad para autorregularse, problemas de salud mental y emocional y mal comportamiento. Esto es porque las circunstancias de un cuidado deficiente durante la primera infancia alteran el desarrollo de la corteza prefrontal del cerebro, que está involucrada en una variedad de funciones críticas, como la atención y el lenguaje.
La Política Nacional de Educación Inicial establece que:
“La falta de acción en los primeros tres años del desarrollo humano compromete, en lo inmediato, el bienestar, aprendizaje y desarrollo integral de las niñas y los niños; en particular, de quienes se encuentran en condiciones de vulnerabilidad. En el mediano y largo plazo, la falta de acción en este ámbito representa enormes costos tanto para la vida de cada persona, como para la sociedad y la economía”
(DOF, 2022).
La educación inicial es crucial para contribuir en la equidad de oportunidades de las niñas y los niños, al disminuir las brechas de aprendizaje entre grupos socioeconómicos (Waldfogel, 2015 citado en DOF, 2022), así como en la desigualdad de género. Además, una educación inicial de calidad tiene mayor impacto en las niñas y los niños de familias que viven en condiciones de vulnerabilidad (Ryan et al., 2006; Ruhm & Waldfoger, 2012 citados en DOF, 2022), porque ayuda a compensar posibles carencias en sus hogares. Ante esta evidencia, es crucial que todas las niñas y niños, así como sus familias tengan acceso a los servicios de educación inicial, para que reciban las orientaciones y los cuidados necesarios para su pleno desarrollo.
En preescolar, apenas el 40% de las niñas y niños de 3 años están matriculados, y dicho porcentaje aumenta a 80% con quienes tienen 4 años, lo cual muestra que 6 de cada 10 niñas y niños de 3 años no reciben educación preescolar. Esto genera una fuerte problemática para el sistema educativo, pero sobre todo para las niñas y niños que no reciban
educación en edades tempranas, porque su desarrollo cognitivo puede verse fuertemente afectado, y por ende, limitar el futuro de sus trayectorias educativas.
En las edades que comúnmente cubren la primaria y la secundaria, se puede ver que la mayoría de los niños, niñas, adolescentes y jóvenes (NNAJ) están cursando sus estudios. Sin embargo, es en educación media superior cuando se muestra una baja a partir de los 14 años; tendencia que continúa también en Educación Superior.
Tener trayectorias educativas truncadas restringe la posibilidades de que estos jóvenes desarrollen sus habilidades profesionales, lo cual genera limitaciones para acceder a empleos formales. A pesar de que entre los 0 y 17 años de edad poblacionalmente hay más hombres que mujeres en el país, en educación media superior se ha reportado una matrícula mayor de mujeres (51.4%) que de hombres (48.6%), esta diferencia se mantiene en educación superior. Esto se explica, en gran parte, por la propensión de ingreso de los hombres jóvenes al mercado laboral a partir de los 15 años (Mejoredu, 2022).
Si bien lograr que las NNAJ asistan con regularidad a clases es indispensable, no es suficiente para garantizar su derecho a la educación. El acceso a la educación no se limita únicamente a la disponibilidad de espacios educativos, sino que también implica el acceso a recursos didácticos, servicios de apoyo, personal docente capacitado y condiciones adecuadas para el aprendizaje. Las comunidades localizadas en áreas rurales y remotas con altos niveles de marginación enfrentan mayores carencias educativas en materia de recursos, materiales, infraestructura y personal educativo.
La desigualdad socioeconómica crea barreras adicionales, ya que las NNAJ provenientes de hogares de escasos recursos enfrentan mayores dificultades para acceder a recursos educativos y oportunidades de aprendizaje en igualdad de condiciones. El abandono escolar puede tener implicaciones económicas negativas a largo plazo, como una menor empleabilidad y salarios más bajos.
El abandono escolar se debe a causas multifactoriales, principalmente asociadas con la salud, la falta de recursos económicos, la pandemia, la migración, la falta de información de los beneficios de la educación, la falta de motivación, la calidad, la dispersión geográfica y el interés escolar (Arellano-Esparza y Ortiz-Espinoza, 2022; CONEVAL, 2018; INEE, 2016 y 2017; INEGI, 2021b; SEP y COPEEMS, 2012; Silva y Weiss, 2018).
Los estereotipos y roles de género que se han asignado cultural y socialmente a mujeres y hombres tienen implicaciones en la permanencia escolar, así como en las dificultades para acceder a programas universitarios y de posgrado en ciertas disciplinas y en los obstáculos para el ingreso al mundo laboral.
Las razones por las que las y los estudiantes dejan la escuela varían: Dado que 3 de cada 10 mujeres y 4 de cada 10 hombres en educación media superior han reportado que dejan la escuela por falta de dinero para los gastos directos de la escuela -útiles, pasajes o inscripción-, muchas de las estrategias para prevenir el abandono escolar se han centrado en los programas de becas. Sin embargo, estos programas no han sido exitosos, en parte, por la falta de una focalización adecuada para proporcionar los recursos precisamente a los estudiantes que dejan la escuela por razones económicas y no otras; y porque se concentran en un momento de la vida del estudiante sin considerar todo el proceso y las diversas causas que determinan su abandono. Informar acerca de las oportunidades que la educación provee a corto, mediano y largo plazo, tiene un gran impacto en la asistencia y desempeño escolar.
De acuerdo con los estudios realizados por Esther Duflo, Abhijit V. Banerjee –ganadores del Premio Nobel de Economía en el 2019– y Trang V. Nguyen, cuando las madres y padres de familia, así como las y los estudiantes conocen los beneficios de la educación, la asistencia escolar aumenta y el resultado en las evaluaciones también mejora, pues los estudiantes se sienten motivados, ya que dentro de su visión de futuro hay claridad en cuanto al valor de invertir su tiempo en la educación.