La intersección entre la tecnología y la desigualdad de género
En un contexto global donde los derechos de las mujeres y las personas LGBTI enfrentan retrocesos, es crucial comprender cómo la tecnología, lejos de ser una herramienta neutral, puede amplificar las desigualdades existentes.
A pesar de los avances en la visibilidad y protección de los derechos de las mujeres y las personas LGBTI, la ofensiva contra estos grupos se ha intensificado. Desde la implementación de leyes anti-LGBTI en varios países hasta el aumento de las restricciones sobre la libertad reproductiva, se observa una tendencia preocupante. Estos ataques a menudo se ven exacerbados por la digitalización de la vida cotidiana, donde las plataformas tecnológicas y los algoritmos pueden actuar como medios para reforzar la discriminación y limitar los derechos.
La tecnología presenta desafíos únicos en la lucha contra la desigualdad, ya que muchos de los sistemas y herramientas digitales no están diseñados considerando las experiencias y necesidades de las personas marginadas.
La falta de representación de mujeres, personas de color y otros grupos en la industria tecnológica es un reflejo de cómo las tecnologías pueden perpetuar las desigualdades. Un claro ejemplo de esto es la decisión de la Autoridad Nacional de Bases de Datos y Registro en Pakistán de suspender la categoría “X” en los Documentos Nacionales de Identidad Computarizados, lo que dejó a miles de personas transgénero y de género diverso sin acceso a derechos fundamentales como la atención médica o el voto. Aunque la categoría fue reintroducida, este caso resalta cómo las decisiones tecnológicas pueden tener un impacto desproporcionado en grupos ya vulnerables.
La violencia de género facilitada por la tecnología se ha convertido en una preocupación creciente. Las mujeres y personas LGBTI a menudo enfrentan acoso y violencia en línea, como la difusión de información confidencial y la vigilancia selectiva, que no siempre son abordados adecuadamente por las plataformas que facilitan estos abusos. En Tailandia, por ejemplo, activistas han sido objeto de vigilancia digital y acoso en línea por parte de actores estatales y no estatales, creando un “efecto paralizante” que ha llevado a la autocensura y al abandono del activismo.
Es fundamental que tanto gobiernos como actores privados adopten un enfoque interseccional para abordar los efectos de la tecnología en la vida de las personas. Solo al reconocer y priorizar las voces y experiencias de las comunidades marginadas podremos avanzar hacia un futuro más justo y equitativo para todos.
Este texto se basa en la reflexión publicada originalmente en el Atlantic Fellows for Social and Economic Equity, por Imogen Richmond-Bishop y Eliza Aspen de Amnistía Internacional, sobre los desafíos en la intersección entre tecnología, desigualdad y género.